martes, 15 de septiembre de 2009

Desencuentros flamencos: los Congresos flamencos

Desde que escribí esto en el Barrio de la Triniá, a la vuelta de mi asistencia a una única sesión del último Congreso de Arte Flamenco en Málaga, se ha liado un poco de lío en la prensa malagueña, no por lo que yo escribiera -que lo lee bien poca gente- sino por la columna de opinión que publicó mi amiga Lourdes Gálvez del Postigo en el diario Málaga Hoy.

Lourdes no asistió a ese congreso, pero los conoce muy bien por su presencia en algunos de los anteriores; de hecho, tiene más datos para opinar que yo, que sólo he conocido el de Antequera y un fragmento del de Málaga. Yo tengo experiencia de convocatorias similares en Sevilla, y he aprendido a no esperar demasiado de ellas. Lourdes es mucho más joven que yo, y todavía conserva la ilusión de que las cosas pueden cambiar y mejorar. Su amor por el flamenco y por la cultura flamenca está fuera de duda, al igual que su preparación para opinar con conocimiento de causa. Esa es la intención que veo yo detrás de su columna que podéis leer aquí: Los Congresos Flamencos.

Hoy se ha publicado una réplica a la columna de opinión de Lourdes, enviada por uno de los ponentes del Congreso: Alfredo Arrebola: Sobre los Congresos flamencos.

Yo he escuchado algunas de las ponencias del anterior autor, y no comparto para nada su optimismo sobre la salud y la excelencia de los últimos Congresos flamencos. Creo que nadie quiere entender lo que está pidiendo Lourdes, y que yo entiendo que no es más que "renovación". No veo más intención, ni más intereses ocultos.

Mi opinión es que los últimos congresos han puesto de manifiesto que la fórmula está a punto de caducar, y que fenecerá por inanición de participación joven -no entre los ponentes, que los ha habido jóvenes y muy buenos- sino porque no hay renovación generacional en la audiencia y en la participación. La división entre las distintas provincias andaluzas, no ayudará a mejorar la salud de la convocatoria que languidecerá junto a la afición de las peñas flamencas, que la alimentan.

La Porverita agorera.

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