Siempre que escucho este romance de Arcos de la Frontera, o canción de zambomba como la llama José María Velázquez-Gaztelu, que es el que lo sabe bien, me conmueve hasta adentro y bien profundamente. Logra ese escalofrío desde la primera vez que puso este tema en su programa de radio "Nuestro Flamenco", que fue dónde yo lo descubrí.Yo le escribo a la radio y se la pido, una y otra vez, para recrearme en la melancolía de la mujer que espera sin esperanza.
La canción está interpretada por un cantaor inusual -Pedro Peña- con la guitarra, también conmovedora de su primo, Pedro Bacán.
Pedro Peña no es cantaor, sino guitarrista, y quizá por eso mismo me gusta tanto su interpretación: porque no era la versión de un "divo" del cante flamenco, sino la de cualquier hombre del pueblo que se sintiera capaz de entonar una copla popular que corre de boca en boca, y que se transmite de padres a hijos.
La primera y última vez que la he oído en directo ha sido en el Auditorio Nacional de Música, por el joven cantaor Juan San Juan acompañado al piano por el hijo de Pedro Peña, David Peña Dorantes, que ha recuperado la canción que cantara su padre y le lleva en su repertorio. ¡Bien hecho!




























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