viernes, 18 de diciembre de 2009

Las letras de los verdiales y el Niño Bonela

Ayer noche, el tema de la tercera sesión de la Semana de Verdiales de la Peña Juan Breva fueron las letras de los verdiales, que nos ilustró con su charla, divertidísima, el profesor de literatura, Antonio Garrido Moraga.

Nos reimos mucho, porque el profe utilizó con nosotros los trucos del maestro para mantener atentos a los estudiantes; hizo un recorrido por los temas recurrentes en las letras de verdiales, con una selección de coplas bien elegidas, pero que, como cuando se habla de la copla flamenca, yo pocas veces las he escuchado cantadas, ni en directo, ni en grabaciones.

Que la copla de verdiales es la decantación de la tradicción popular que selecciona lo mejor y lo que más le gusta cantar, es algo indudable, y es lo que le confiere una calidad y una intensidad inmejorables; pero luego, vienen los estudiosos y seleccionan y hablan de coplas -preciosas y jocosas- pero que se cantan poco, contradiciendo su caracter popular.

Yo no tengo mucha experiencia con el corpus de letras verdialeras, y practicamente sólo conozco y entiendo las de las grabaciones discográficas, porque lamentablemente me falta convivencia directa con la fiesta, y a las Pandas que he escuchado en la última época -con el estruendo de palillos y platillos- no se les oyen ni entienden las letras que cantan -salvo raras excepciones.

Así que todo lo dicho anteriormente es una opinión mía, poco reflexionada y poco fundamentada, y quizá errada, pero sincera.

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La Panda de anoche -San Isidro de Periana- ha sido la que más me ha gustado hasta ahora. Aunque no trajeron los sombreros de flores, cintas y espejuelos, se acicalaron para la ocasión -hombres y mujeres, jóvenes y viejos-, y sus aderezos verdialeros y campesinos, intensificaron la fuerza y la sensación del ritual fiestero de la música que se hacía en el escenario, con instrumentos nuevos para mí - una especie de bandurría-; muy buenos músicos, buenos instrumentistas -un jovencísimo violín director- y un sabrosísimo baile de mujeres. Alguien me dijo que era estilo Comares, y yo como soy bastante ignorante, lo agradezco y me lo creo.

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Luego, eché un ratito con los Bonela -padre e hijo- que me parecieron encantandores. El Niño de Bonela -padre- cantiñeó unas letrillas de fandangos, pero sobre todo villancicos, pues llevaba unas castañuelas antiquísimas que se deben de utilizar, junto con la zambomba, para acompañar las canciones de Navidad. Me entraron ganas de estar en Madrid y reescuchar sus discos y su cante flamenco.
Es lamentable que todavía no me haya hecho con la Misa Flamenca que tantos éxitos les valieron en los años 70s.

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Continúo descubriendo malagueñas salerosas -Mariví y Tere-, aunque el cante flamenco se me está resistiendo y me voy a volver a Madrid sin lograr escuchar a Paquí Ríos. También me voy a quedar sin conocer el cante de Paco "Román"" y el toque del Niño de Almería, porque hoy ha salido un día muy malo en Málaga, y no han acudido a la cita en la Peña Juan Breva. ¡Qué lástima!

2 comentarios:

Red Verdialera dijo...

Suscribo tu reflexión sobre los estudiosos (sobretodo los poetas) y las coplas. Pienso que a veces proyectan su particular sensibilidad lírica -a menudo construída desde doctas lecturas de clásicos occidentales y de teorías estéticas universitarias- en estas creaciones populares filtrándolas caprichosamente, y no atienden como debieran a los hechos desnudos tan bien como hacen los avezados antropólogos.

Después, cuando se lanzan a componer coplillas, pues, claro está, no hay quien las cante porque no "hablan" el idioma del pueblo, como dice Agustín García Calvo. Me recuerda a lo que pasa con los intentos de ponerle letra al himno de España.

Sobre lo poco que se entienden las letras verdialeras, creo que es Luque Navajas quien remarca que en los Verdiales el cante queda supeditado al toque. Vamos, que debe ser así. Si en la actualidad los discos se hacen con la idea de lo contrario es -volvemos a lo de antes- por aplicarle a los Verdiales parámetros culturales que no le corresponden. Gente que quiere escuchar cante como si fuera el de un solista flamenco acompañado meramente por la guitarra. Esto acaba fomentando un tipo de voces verdialeras (las más potentes y altas) en detrimento de las de siempre, las difíciles e irrepetibles: voces bravías, desgarradas, pegadas a los bajos del violín y con las mínimas florituras.

Un saludo.

Porverita dijo...

¡Ole mi niño! ¡Qué bien te has explica'o y qué elocuentemente!

Y tenéis toda la razón -Luque y tú- en decir que el cante está supeditado al toque, pero el exceso en palillos -y mira qué me gustan a mi!- enmascara todo el sonido y tapa a las voces.

También es lo que yo he sentido en el flamenco desde que me aficioné: que la copla no es más importante que la música y la forma de cantar; la voz es otro instrumento que te tiene que pellizcar y sobrecoger, y la letra es importante pero accesoria: si es buena, fantástico; si es regular, no importa; y si es mala ¡qué le vamos a hacer! ¡quédate con el cante!

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