martes, 9 de junio de 2009

El regreso de Antonia Mercé, a los papeles.

Últimamente mi interés por Antonia Mercé la Argentina se está viendo recompensado en todos los medios de comunicación que leo: los "papeles flamencos" en internet, los libros y las reseñas de El Cultural.

No puedo evitar poneros un cachito de la biografía de esta díscola -¡qué divina palabra!- artista total, que he encontrado en la Web, publicado en El Mundo del 19 de julio de 1998.

Ahora descubro que toda la inmensa "gracia y ligereza" de esta "monita" bailaora viene de la sangre cordobesa de su madre.

Los adjetivos que el biógrafo anónimo le aplica a Antoñita me han cautivado: tozuda, díscola y oveja negra; intuitiva y creativa; longilínea, oscura y simiesca; favorita de los intelectuales de la época. ¿Quién da más?
Antonia Mercé nació hija del amor romántico y del baile español. Su padre, Manuel Mercé, era el coreógrafo y primer bailarín del Teatro Real y conoció a Pepita Luque, cordobesa de muy buena familia, durante una gira. Se casaron y ella empezó a bailar, aunque no era ya una jovencita, como alumna de su marido. Tenía unas cualidades innatas de gracia y ligereza que su marido, sólido pero académico y algo soso en la interpretación, supo adivinar y entender como complementarias de las suyas. Formaron casi a la vez familia y pareja artística. Y en el Buenos Aires de 1890 vino el mundo su hija Antonia, llamada a ser figura máxima del baile español. Su padre no quería que bailase, sino que triunfase en la ópera, para lo que no le faltaban condiciones. Pero su esfuerzo se estrelló contra la tozudez de Antonia, que prefería los pies y hasta las manos, a ser posible con castañuelas, para expresarse.

A los 10 años entró en el Conservatorio para estudiar música, pero a cambio su padre aceptó que se incorporase también al cuerpo de baile juvenil del Teatro Real, a sus órdenes. Antoñita se llevaba mejor con su madre que con su padre, tenía de ella la intuición y la creatividad, pero no se sometía tan fácilmente al despotismo académico de Manuel. En vez de la niña mimada del Real se convirtió en la hija díscola y, en puertas de la adolescencia, casi en la oveja negra. Pero un drama familiar impidió que el enfrentamiento fuera más lejos: el padre cayó enfermo en una silla de ruedas; la madre tuvo que hacerse cargo de la academia de baile que tenían junto a la vivienda familiar, en la madrileñísima calle del Olmo; y Antonia abandonó el Conservatorio y empezó a ganarse la vida en el Teatro Apolo, de corista, mientras seguía estudiando danza con su madre.

Fueron momentos cruciales para la vida y la carrera de la bailarina. Con 13 años, tenía una base notable en música y declamación, bailaba muy bien y tenía un arte peculiar para las castañuelas, pero la última fila del cuerpo de baile en la Cuarta del Apolo, ya de madrugada, no era el mejor sitio para que cuajara una bailarina clásica. Tampoco para hechizar a un millonario, según la moda de la época, porque Antonia era longilínea, oscura y a pesar de sus ojos verdes un tanto simiesca. Gracias a los postizos y a su gracia para bailar consiguió, pese a todo, triunfar pronto en la zarzuela Las sobrinas del Capitán Grant, homenaje chusco a Julio Verne. Se instala en el Romea, donde recita, canta y baila, haciéndose con una función para ella sola llamada Los jueves de «Argentina» que además la convierte en favorita de los intelectuales del Ateneo, que le hacen allí un homenaje. Después, cuando actúa en el Kursaal, es el centro de la tertulia del palco de los artistas, que preside Valle-Inclán. Pero estos contactos no la ayudan especialmente en su carrera, aunque le proporcionen un perfil especial entre las artistas jóvenes de su tiempo.
Este nuevo libro que reseña José María Velázquez-Gaztelu en la revista El Cultural tiene buen aspecto y parece prometedor, aunque con los libros nunca se sabe...

De todas formas, todo lo relacionado con esta vanguardista bailarina -y muy resalada- merece la pena siempre.

Os recomiendo la lectura de todo lo que los amables blogeros -y flamencos- han colgado de La Argentina en sus respectivos blogs: Flamenco de papel, y Papeles Flamencos: prensa histórica y magníficamente ilustrada.

La bailarina y el escritor, en Flamenco de papel.

Antonia Mercé y Luque, en Papeles Flamencos. En el mismo blog, otro libro sobre La Argentina, ilustrado por José Clará.

La Porverita idólatra y envidiosa -por eso del dominio de las castañuelas.

2 comentarios:

Montemar dijo...

Gracias por elguiño, flamenca.
Tú eres la musa.

Salud.

María José dijo...

Yo también quiero leer ese libro.
¡Qué pena que la versión en inglés sea mucho más atractiva que la española!
Amazon te da la opción de curiosear dentro del libro:
http://www.amazon.com/Antonia-Mercé-Argentina-flamenco-vanguardia/dp/0819563838
http://www.flamencosound.com/musica-flamenca-es/material-didactico-es/libros-es/antonia-merce--el-flamenco-y-la-vanguardia-espanola.html?language=es

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