lunes, 8 de junio de 2009

Pero... ¿tiene santos, papá?

Leyendo el libreto informativo de una magnífica exposición de libros que hay en la planta de entrada de mi biblioteca -"Infancia, literatura y exilio del 39 : libros de la colección de Ana Pelegrín"- he rememorado los libros ilustrados de mi infancia.

Es una de las mejores exposiciones que se han realizado en la Biblioteca de la UNED, y aunque éste ha sido siempre un templo de estudio e investigación académica, estos días ha tomado -con esta exposición- el aspecto de una alegre guardería.

Uno de los libros expuestos que más me ha divertido es éste de un malagueño en el exilio: José Moreno Villa, "Lo que sabía mi loro : una colección folklrórica infantil". Reunida e ilustrada por José Moreno Villa. México. Isla. 1945? 
Tengo que conseguir ojear el libro completo, para ver si el malagueño recoge alguna "aleluya" referida al cante flamenco, con la misma gracia y sabiduría con que "parea" e ilustra una corrida de toros.

Dice, la comisaria, Gabriela Ossenbach, en el catálogo:
"Los libros que se exhiben, apenas una parte de la colección de Ana Pelegrín, son mayoritariamente de las décadas de 1940 y 1950, editados en México, Cuba y Argentina. También se han seleccionado algunos de los años veinte y treinta, de la época considerada como la Edad de Plata de la cultura española, en la que habían iniciado su obra algunos de los más destacados autores e ilustradores de libros infantiles que luego tuvieron que exiliarse. La selección de los libros infantiles del exilio que se exhibe pretende mostrar no sólo la obra de los escritores más destacados, -con una atención especial a Herminio Almendros, Antoniorrobles, Elena Fortún y Rafael Diesde-, sino también la de los ilustradores, donde sobresalen figuras tan conocidas como Salvador Bartolozzi y Federico Ribas, junto a un grupo de pintores de la vanguardia española del primer tercio del siglo XX, que se dedicaron a la ilustración infantil durante sus años de exilio en América.
Igualmente, en la exposición pueden verse algunos ejemplares de la Biblioteca Billiken y la Colección Oro, que recuperaron en Argentina el espíritu de las Misiones Pedagógicas, tanto por su contenido -que se inspira en los repertorios seleccionados para las escuelas rurales-, como por los autores que adaptaron las obras al público infantil y juvenil. Estos autores -entre los que destacan Rafael Diesde, José Otero Espasandín, Antonio Sánchez Barbudo o Mariano Perla-, continuaron su obra en el exilio.
(Gabriela Ossenbach. Directora del Centro de Investigación MANES. UNED)

Creo que no os la debéis perder, los que viváis en Madrid. Y de paso, podéis echarle un vistazo a una de las mejores colecciones de libro antiguo que tenemos: la colección MANES de manuales escolares, españoles e iberoamericanos.
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La exposición me ha recordado mis primeros libros infantiles, y lo importante que eran para mí las ilustraciones.

En aquellos tiempos de la "segunda postguerra" era bien poca la literatura infantil bien ilustrada que se podía conseguir en la paramera cultural que era Teruel. La mayoría de los libros infantiles tenían un "tufillo" ideológico y moralista que no resultaba nada atrayente, pero ¿qué voy a decir de las ilustraciones? ¡Aquello era aún peor! Era para... salir corriendo.

Mi padre, que además de gran aficionado a la música y hombre religioso, era maestro y otorgaba todo el valor que tiene a la lectura infantil, también sabía de la importancia de la ilustración. Yo, sin embargo se lo recordaba continuamente, pues cuando traía libros a casa, siempre preguntaba: "¿tiene "santos", papá? Cuanto más "santos", mejor".

Mi imaginación se disparaba, no por lo escrito, que casi no comprendía, sino por lo ilustrado, que veía y entendía perfectamente, y que dejaba una huella imborrable.

No sé cómo, pero aquel hombre sabio y bueno, compraba libros por correspondencia que no se parecían en nada a los que regalaban y traían a las escuelas -libros muy aleccionadores pero indigestos-; todavía recuerdo y conservo algunos de esos libros rompedores, que se saltaban a la torera, la censura escolar de aquellos tiempos.

Uno de los libros ilustrados más recordados de mi infancia es este cuento, con más ilustraciones que texto, que además estaba rimado y que yo me sabía de memoría -ya no.

(Los tres gatitos. Ilustraciones de Kurt Wiese. Editorial Molino. Barcelona, 1935)

Eransé tres gatitos
que perdieron sus mitones
y se echaron a llorar

¡Oh, mamá!, ¡gata buena!
¡Qué desgracia hemos tenido!
Los mitones se han perdido.

¿Así perdéis los mitones?,
míseros, gatos hambrones.
Pues os quedáis sin pastel.

Y allí fueron, los gatitos
a buscar sus mitoncitos...
(no recuerdo más)

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Por último, quiero hacer mención de otro libro ilustrado reciente, -de hoy mismo-, y que considero utilísimo y salvador: uno de los mejores métodos y formas para tratar de ayudar a los niños que viven o han vivido el tema de la violencia de género en sus familias.

El texto -inteligente y delicado- es de una amiga mía, argentina como Ana Pelegrín, -Sofía Czalbowski, y las ilustraciones son de Monica Carretero.

El niño/a que contempla y se culpabiliza de la violencia que observa en su hogar, si se queda prendado de estas ilustraciones y de este discurso -que puede sentir y manifestar como propio- será capaz de sacar afuera, exteriorizar y exorcizar esas miserias que tanto les intranquilizan.


Muchas gracias, Sofía y Mónica, por vuestra historia esperanzadora.

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¿No os parece, amigos, que la ilustración infantil es algo que debemos cuidar muchísimo?

La Porverita ilustrá.

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