Si hay una música que me gusta más que la flamenca..., es la música barroca.
Mi romance con la música del Barroco -Bach, Haendel, Vivaldi...- es de toda la vida.
Acabo de regresar del Auditorio Nacional de Música, y esta vez he vuelto más contenta que unas castañuelas.
La mañana ha terminado con las Canciones profanas de Carl Orff, inmenso canto a la alegría de vivir; a la llegada de la primavera, del verano y del amor; a la doncella que se entrega, vencida, a su amante; hombres que se entregan, con enorme regocijo, al alcohol y a los vaivenes de la Fortuna; todo ello cantado en latín: un latín que sonaba macarrónico, como aquel que utilizara mi hermana, en un viaje a Viena, para entenderse con los ligues austriacos -buenos bebedores también, como los de las Carmina Burana.
He tenido todo el tiempo la sonrisa puesta en la cara, y me ha faltado poco para lanzarle un olé a las actuaciones del barítono, Thomas Mohr: enorme mozo, cantante y actor. La música de Orff es también una enorme travesura, un embromado de tintes medievales.
En la primera parte teníamos el estreno absoluto de una obra de Mauricio Sotelo, para orquesta y dos voces -soprano y cantaor-, Arde el alba. Siempre que puedo, me gusta ir a escuchar a los cantaores flamencos que se atreven a mezclarse con la música "culta". El cantaor que colabora con Mauricio, es Arcángel y ha estado muy... guapo y muy a tono. Es un chico listo y canta muy bien, y las letras populares de bulerías largas que ha cantado me han dejado muy satisfecha: siempre temo que "mis" flamencos hagan el ridículo frente al público de la "clásica".
Pues señores, lo mejor de la obra han sido esas bulerías, junto al pregón del principio-todos cantan ahora pregones- con la voz desnuda de Arcángel, sin aditamentos y sin orquesta, como debía ser el flamenco primigenio. Lo demás, como ha dicho uno de mis vecinos de butaca: "un experimento curioso"...
Qué después de Mauricio Sotelo viniera un concierto de Antonio Vivaldi, no ha beneficiado nada al compositor español. La música del italiano del XVIII es genial y nada aparatosa: un concierto en tres movimientos en los que, como en los conciertos flamencos, se alternan las partes alegres, bailables y rápidas, con las cadenciosas, solemnes y tristes, para terminar con un Allegro molto o alegrísimo "fin de fiesta".
No he podido evitar pensar en los paralelismos entre el concierto barroco y el flamenco: todo gira entorno a la danza -principio de toda música, y también de la flamenca- y sólo de vez en cuando se ralentiza y remansa el ritmo, para dar lugar a la melodía o al cante para escuchar.
Mis pies bailan con Antonio Vivaldi igual que con los tangos, alegrías o bulerías de los flamencos.
¡Olé para Antonio y para Arcángel!
La Triniá barroca.
FLAMENCO LÍRICO PROJECT. LA CARBONERÍA, SEVILLA. 27/10/2024
Hace 2 semanas
1 comentario:
Quería haber ido a este concierto que comentas, pero un cumpleaños familiar me lo ha impedido, y bien que lo siento. Por "todo" el concierto.
Y ese "experimento curioso", ya sabes que me hubiera enloquecido. La música contemporánea buena, escuchada en directo, puede emocionar tanto o más que cualquier otra. La tensión, pasión, emoción contenida, de la música de Sotelo (que conozco bien) con el flamenco, es impresionante de verdad. Y ese cante, escuchado así, se le clava a la gente tanto -o quizá más- que en otros escenarios. He podido comprobarlo.
Gracias por tus comentarios, simpática Triniá.
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