Cada año, cuando termina mi excursión jerezana de finales de febrero-principios de marzo, me digo que va a ser la última. Los razonamientos que me hago, os los contaré en otro momento, porque si no, no vamos a terminar en la vida. Tengo tantas cosas que contar que seguramente abriré una serie exclusivamente dedicada al Festival de festivales.
A lo que iba: yo decido que no he de volver a Jerez para el Festival, y cada año reincido y, para más "inri", en cada edición me lo paso mejor. Ésta del año 2009 no ha tenido un momentico malo: he estado rodeada de amigos, sonrisas y de muy buena suerte. Lo poco de la programación que he podido ver, creo que ha sido de lo mejor del Festival. La climatología cambió nada más que se anunciaba que yo llegaba a Jerez -bueno... no tanto.
En realidad en esta edición lo único que me planteaba era estar un rato con los amigos que normalmente no puedo ver en Madrid, y eso se ha cumplido plenamente. Pero es que, además, he tomado el sol, he comido de vicio, no me ha sentado mal ninguno de los vinitos que caté, y me he divertido muchísimo con todo lo que he visto y escuchado, que no ha sido poco.
He visto lo mejor que ha hecho la bailaora Rocío Molina hasta la fecha: su Oro Viejo. He acudido, gracias a mis amigas, a un local en el que no hubiera puesto los pies -por principio y por edad- de haber estado sola, para asistir a un concierto super eléctrico y rockero de Tomasito. He escuchado el mejor cante que se puede encontrar en Cádiz y Jerez en la actualidad, en... ¡El Teatro Villamarta!: David Palomar, Jesús Méndez, David Lagos y una cantaora que no conocía, y que no está nada mal: May Fernández.
El mundo está lleno de sorpresas, pues dónde no te lo esperas, salta la liebre, y mi liebre fue enterarme de que el domingo se celebraba en Cádiz el "Carnaval chico" y de conocer de antemano el lugar y la hora en que iban a actuar mis ídolos chirigoteros: los Fantasmas, Alegres Divorciados, o Espías de la Guatifó Intelligence Agency. Así, que el domingo estaba allí plantada, con mi amiga Asun, en la Plaza de San Agustín, para asistir a la actuación completa, y desde un puesto muy ventajoso, de la mejor agrupación chirigotera de Cádiz. ¡Cómo se puede ser tan bueno!
La otra liebre saltó en el Palacio de Villavicencio, en una actuación que no tenía programada ni comprada, pero con tiempo libre para matar decidí darle una oportunidad a una actuación de la que no esperaba gran cosa. Pues allí di con una figura que llevo tiempo buscando y que no encontraba: una guitarrista -mujer- que me guste de verdad. Su nombre es Laura González, y es cordobesa de Fernán Núñez, joven, guapa y profesora; éstas no son las razones por las que me gusta, sino por su recital de guitarra solista flamenca impecable -salvo los nervios iniciales al principio de su magnífica granaína- y por sus dedos y ejecuciones portentosos.
Me gustó mucho todo lo que hizo y cómo lo hizo, pero me quedo especialmente con la guajira con la que se despidió. Con esas digitaciones tan prodigiosos no necesita fuerza, y el recital acústico que nos ofreció, y al que no le faltó la emoción de los trémolos que a mi me ponen a morir, es de los que dejan huella y buen sabor de boca durante mucho tiempo. Espero que los amigos de Canal Sur -Portal Flamenco- hayan grabado el concierto entero y nos lo vayan poniendo en su programa. Yo, desde luego, se lo voy a pedir hasta que se aburran de mí.
Ya he encontrado y escuchado a una mujer guitarrista que me gusta de verdad y... a rabiar.
La otra guajira que me dejó tan admirada y con tan buen sabor de boca, o más, que la de Laura, fue la que nos bailó Rocío Molina en el Teatro Villamarta. No me voy a extender hablando de las excelencias de esta joven bailaora, porque todo el mundo lo hace y lo sabe hacer mejor que yo. Sólo diré -en esta entrada- que la joven Rocío es una bailarina "total", cabal, completa y, para mi, un clásico: alguien que ha alcanzado casi la consagración.
Aunque yo exagero siempre y mucho, en este caso tendréis que aceptar mi palabra de que... lo que digo de La Molina es totalmente cierto y sincero.
La Triniá.
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