domingo, 15 de marzo de 2009

La música barroca sí que es flamenca.

Si hay una música que me gusta más que la flamenca..., es la música barroca.

Mi romance con la música del Barroco -Bach, Haendel, Vivaldi...- es de toda la vida.

Acabo de regresar del Auditorio Nacional de Música, y esta vez he vuelto más contenta que unas castañuelas.


La mañana ha terminado con las Canciones profanas de Carl Orff, inmenso canto a la alegría de vivir; a la llegada de la primavera, del verano y del amor; a la doncella que se entrega, vencida, a su amante; hombres que se entregan, con enorme regocijo, al alcohol y a los vaivenes de la Fortuna; todo ello cantado en latín: un latín que sonaba macarrónico, como aquel que utilizara mi hermana, en un viaje a Viena, para entenderse con los ligues austriacos -buenos bebedores también, como los de las Carmina Burana.

He tenido todo el tiempo la sonrisa puesta en la cara, y me ha faltado poco para lanzarle un olé a las actuaciones del barítono, Thomas Mohr: enorme mozo, cantante y actor. La música de Orff es también una enorme travesura, un embromado de tintes medievales.

En la primera parte teníamos el estreno absoluto de una obra de Mauricio Sotelo, para orquesta y dos voces -soprano y cantaor-, Arde el alba. Siempre que puedo, me gusta ir a escuchar a los cantaores flamencos que se atreven a mezclarse con la música "culta". El cantaor que colabora con Mauricio, es Arcángel y ha estado muy... guapo y muy a tono. Es un chico listo y canta muy bien, y las letras populares de bulerías largas que ha cantado me han dejado muy satisfecha: siempre temo que "mis" flamencos hagan el ridículo frente al público de la "clásica".

Pues señores, lo mejor de la obra han sido esas bulerías, junto al pregón del principio-todos cantan ahora pregones- con la voz desnuda de Arcángel, sin aditamentos y sin orquesta, como debía ser el flamenco primigenio. Lo demás, como ha dicho uno de mis vecinos de butaca: "un experimento curioso"...

Qué después de Mauricio Sotelo viniera un concierto de Antonio Vivaldi, no ha beneficiado nada al compositor español. La música del italiano del XVIII es genial y nada aparatosa: un concierto en tres movimientos en los que, como en los conciertos flamencos, se alternan las partes alegres, bailables y rápidas, con las cadenciosas, solemnes y tristes, para terminar con un Allegro molto o alegrísimo "fin de fiesta".

No he podido evitar pensar en los paralelismos entre el concierto barroco y el flamenco: todo gira entorno a la danza -principio de toda música, y también de la flamenca- y sólo de vez en cuando se ralentiza y remansa el ritmo, para dar lugar a la melodía o al cante para escuchar.

Mis pies bailan con Antonio Vivaldi igual que con los tangos, alegrías o bulerías de los flamencos.

¡Olé para Antonio y para Arcángel!

La Triniá barroca.

1 comentario:

Teresa dijo...

Quería haber ido a este concierto que comentas, pero un cumpleaños familiar me lo ha impedido, y bien que lo siento. Por "todo" el concierto.

Y ese "experimento curioso", ya sabes que me hubiera enloquecido. La música contemporánea buena, escuchada en directo, puede emocionar tanto o más que cualquier otra. La tensión, pasión, emoción contenida, de la música de Sotelo (que conozco bien) con el flamenco, es impresionante de verdad. Y ese cante, escuchado así, se le clava a la gente tanto -o quizá más- que en otros escenarios. He podido comprobarlo.

Gracias por tus comentarios, simpática Triniá.

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