Hoy quiero hablar de mis amores secretos: Cádiz y Jerez, a los que acabo de visitar.
Cádiz y su Barrio de la Viña
Siempre que voy a Jerez -a su Festival- me escapo un día a Cádiz, y siempre recibo distintas sensaciones de cada una de estas poblaciones.
Amo a las dos ciudades, pero con sentimientos muy contrapuestos.
Jerez es un novio guapo, varonil y señorial, pero excesivamente formal y exigente. Jerez se te entrega, si tu pones antes y no tonteas con nadie más: es muy exclusivista.
Cádiz es el donjuan, que embruja y seduce, que a todo el mundo se ofrece y cautiva, pero que no se queda con nadie: toma y abandona.
La atmósfera y la vida que se observa en Jerez es la de un poblachón -pueblo grande con vida provinciana-. Pueblo rico y laborioso, se organiza en círculos cerrados, y su gran celebración no es el Flamenco -como podría parecer-, sino la confraternización de la Semana Santa y de los caballos. Pueblo de caballeros y cofrades; ceremonia de la solemnidad y la masculinidad. Jerez es romana.
Cádiz es femenina en sus antojos y burguesa de apariencia. Comercial, luminosa e informal. En las calles y en las gentes de Cádiz se percibe la materia de la que está hecha esta raza: el poso tranquilo de miles de pueblos y civilizaciones antiguas, que ha dado luz a una estirpe que no se achanta por nada, pero que tampoco se mueve; nada le espanta o asombra, y ella misma es asombrosa. Salen adelante con ingenio, sin que parezca que están trabajando, como en Jerez. Su gran celebración no es la religión de los hombres, sino la trasgresión femenina del Carnaval, la irreverencia, el travestismo, el rito oriental. Cádiz es fenicia.
Jerez de la Frontera. El Gallo Azul y la Calle Larga
Hasta su cante flamenco es muy diferente.
El cante de Jerez tiene empaque, es seco, rotundo: se lo toman muy en serio, como si les fuera la vida en ello. El cante de Cádiz tiene un aire extravagante y juguetón: sus voces cantaoras arrastran el cante como con desgana, sin creérselo mucho y sin que parezca que están poniendo demasiada carne en el asador.
Estas reflexiones tan peculiares y subjetivas me las hice después de esa escapada gloriosa a Cádiz, el domingo del Carnaval Chico. Por la noche en el Teatro Villamarta de Jerez, para rematar la jugada, me meto a ver el espectáculo "Cádiz de la Frontera", con Pilar Ogalla (Cádiz) y Andrés Peña (Jerez) como protagonistas del baile.
Pero para mí, degustadora insaciable de cante y desconocedora de casi todo lo relativo al baile, los protagonistas fueron los cantaores: de Cádiz, David Palomar y May Fernández; por Jerez, Jesús Méndez y David Lagos.
El cante y el baile gaditano, y luego el jerezano se fue alternando sobre el escenario, y allí se vieron, palpables, las diferencias y las esencias de las dos formas de cantar el flamenco.
¡Cómo disfruto callejeando por el centro de Jerez o de Cádiz! ¡Qué distintas y placenteras sensaciones! ¡Qué diferente la emoción de uno y otro cante!
¡Qué no me obliguen nunca a elegir!
La Triniá romana y fenicia.
5 comentarios:
Precioso texto. Cada vez escribes mejor, niña. Óle!
Tú que me miras con buenos ojos.
Esto de hoy, ha sido una cursilada, pero hay que hacer ejercicios con todo lo que se tiene en la cabeza y quiere salir afuera. A veces sale bien y otras, una tonteria.
Me ha faltado decir que Sevilla... es el enamorado desdeñoso.
La cursi Triniá.
Me encanta Jeré. Un saludo
jeje buena descripcion, cadiz es abierta ato el que venga,es verda que su cante es muy diferente al de jerez ,por la forma de cantarlo por to,y ablaste de may fernandez jeje es buena cantaora,estubo en mi clase de mas jovencitos y es una peaso de personala otra vez la vi y me empezo a contar cosas del instituto que ya ni me acordava...y ala vez impresionada al ver que tarde o temprano cantaria el niño de sola....
jerez es lo mejor una majorera
Publicar un comentario