jueves, 9 de abril de 2009

Pulpón y el Gazpacho de Morón

Hoy me apetece reivindicar la figura de Jesús Antonio Pulpón.

Poco sé de este personaje que, al parecer, fue muy decisivo en el despegue público del flamenco y el progreso profesional de los artistas.

El que he encontrado que más se ocupa de él es José Manuel Gamboa en su informal "Una historia del flamenco" (2005). Aunque no suelo utilizarlo como fuente, los demás autores no dicen nada de este promotor y agente de artistas, mientras que a los flamencos "viejos" les he escuchado acordándose de él -y echándolo de menos.

Dice Gamboa: "Jesús Antonio Pulpón González se ganó el puesto a golpe de pedal. En la Andalucía de los cuarenta, de pueblo en pueblo en bicicleta, se fue haciendo con una cartera de clientes a la vez que ampliaba la oferta con descubrimientos in situ. Él llevó al Guajiro de Sevilla a los Hermanos Toronjo; reconoció de inmediato el potencial de los jovencísimos Terremoto y Romerito, a los que encontraría pasando el plato en Jerez... [...] La casi totalidad de los flamencos se puso en sus manos. Pulpón se hacía cargo de todo, hasta del apelativo artístico de sus representados, a muchos de los cuales asistió llegado el duro invierno.

Pero en aquellos tiempos heroicos ni siquiera contaba con una oficina o un teléfono. Pulpón era un representante ambulante. Al igual que hacen tratantes y corredores, se situaba en lugares estratégicos del centro de Sevilla [...], y una vez que se corría la voz, por allí iban desfilando artistas a ver si caía algo... "Pues sí, querido, tengo una cosita para ti en...>> Con tal austeridad de medios, más de una vez sucedió que el artista acabó en la otra punta de España, en un pueblo que se llamaba igualito a otro que tenía al lado mismo de casa. [...] Pulpón abastecía de artistas los tablaos y salas de fiesta, las casetas de feria, las juergas privadas..., y los festivales.

En los últimos cincuenta y primeros sesenta, con el asesoramiento de Antonio Mairena, ofrecería a los ayuntamientos andaluces una legión de flamencos dispuestos a trabajar por un módico precio. Insistía a los munícipes en la necesidad de organizar recitales flamencos para defender la verdadera cultura autóctona. [...] Y funcionó. Cada pueblo, sin maldad, quiso tener un festival con más y mejores artistas que el pueblo de al lado. Puesto que resultaron un éxito, los flamencos cabales, muchos hasta entonces en el anonimato, fueron cogiendo un sitio y viendo aumentado su prestigio y su caché de temporada en temporada.

Todo fue viento en popa hasta que llegaron en los años ochenta nuevas exigencias y nadie las atendió. [...] La fórmula empezó a mostrar signos de desgaste, y las taquillas, a resentirse. A la muerte de Pulpón, se creó un celtibérico reino de taifas. Surgieron empresarios y mánagers aficionados hasta de debajo de las piedras., que hicieron añorar los peores momentos profesionales de don Jesús Antonio y valorar la inmensa labor que realizó en pro del flamenco y los flamencos... "
(Los subrayados son míos)

La serie de Rito y Geografía del Cante, recoge, en el capítulo dedicado a los Festivales de cante, una corta entrevista con Pulpón como responsable del "detestable invento".

Este capítulo, montado exclusivamente con escenas grabadas en el Gazpacho de Morón, tiene como propósito mostrar el desacuerdo de los responsables de la serie con esa forma de comercializar el flamenco: multitudes ruidosas, poca atención, lugares poco adecuados para escuchar cante, incomodidades para los artistas, largas jornadas para todo el mundo, etc.

Sin embargo, al final, el documental consigue un resultado contradictorio, y demuestra que los grandes artistas y profesionales del flamenco son capaces de superar todas las incomodidades y dificultades, y disfrutar de lo lindo en las condiciones más adversas.

En el primer vídeo, vais a ver a una pareja insólita: Diego el de El Gastor -que no le tocaba a nadie que no fuera gitano, próximo, amigo y que le gustara a él personalmente- acompañando a José Menese, en unos Tientos-Tangos. Empiezan muy poco cordiales uno con otro; Menese está muy "rebotao" y displicente; Diego, un poco más diplomático, parece muy escéptico de que aquello vaya a funcionar bien. Empieza Menese a cantar y poco a poco, el buen cante del "morisco" va conquistando al de Arriate, terminando la pareja la mar de contentos y reconciliados. La música consigue esos milagros. ¿o son los aplausos?

Observad como va cambiando la expresión de la cara de ambos artistas:



El segundo vídeo recoge la parte final del capítulo: la entrevista con Jesús Antonio Pulpón, y una especie de final de fiesta o de final de festival que, a mí personalmente, me resulta entrañable: un Antonio Mairena, rodeado de sus hermanos y la guitarra de Pedro Peña, bailando, cantando, tonteando y absolutamente feliz.



¡Qué pocas veces he visto yo a Mairena con expresión de felicidad!

¿Consigue eso una noche de festival flamenco?

La Porverita... ¿festivalera?

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