Me he levantado hoy con el cuerpo todavía sobrecogido por la Pasión según San Mateo de Bach, que escuché ayer en el Auditorio: enorme poema funerario del sacrificio del hijo de Dios por una humanidad que no se lo merece.
Y esta mañana, escuchando la radio mientras disponía las cosas para ir a trabajar, me ha llegado otra fuerte impresión: la muerte de Chano Lobato.
Ahora sí que nos hemos quedado, definitivamente, solos y huérfanos los flamencos: se ha ido el último gran cantaor de una generación que no se volverá a juntar en la vida. Esa generación de artistas que convivieron y compartieron, que aprendieron unos de otros y que enseñaron a los que venían detrás una forma de entender el cante que los jóvenes no acaban de entender.
La sonrisa nos ha dejado y se ha ido allí, a dondequiera que estén el Beni, el cojo Peroche, Espeleta, Pericón y tantos otros, que esperan a Chano para contarle sus últimas invenciones y fantasías maravillosas de gaditanos mentirosos, cargados de gracia y compás.
Seguro que ya están cantando por alegrías y, a continuación, recogiéndose las alas blancas en la cintura, con mucho grabo, para echarse una patadita por bulerías... de Cádiz.
FLAMENCO LÍRICO PROJECT. LA CARBONERÍA, SEVILLA. 27/10/2024
Hace 2 semanas
1 comentario:
Precioso lo que has escrito, niña. Nos queda el consuelo de la permanencia de su cante y de su alegría, y grabada en nuestra memoria esa simpatía desbordante que ningún otro ha tenido.
Bien elegidos los vídeos, que emocionan en un día así.
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