Ayer, domingo de Ramos fue un día pleno de emoción.
Volví a escuchar, por enésima vez, La Pasión según San Mateo de J.S. Bach en el Auditorio Nacional de Música.
Es un encuentro al que no dejo de acudir, año tras año, con la más grande de todas las historias jamás contada y con la obra cumbre de toda la historia de la música.
Siempre me conmueve profundamente el fragmento de la expiración de Cristo y la coral posterior, pero en esta ocasión fue algo inenarrable: todo un auditorio abarrotado y el escenario completo, sobrecogidos y conteniendo la respiración. No solo lloraba yo, lloraba mi amiga, los músicos e imagino que hasta el director. Vi como algún músico solista sollozaba...
La impresión fue tan fuerte que todavía sigo bajo sus efectos. Ahora también estoy sobrecogida con las noticias del terremoto de Italia, la desaparición de Chano Lobato y la muerte del joven marido de una compañera.
He vuelto a descubrir que la música extrae lo mejor de nosotros y yo, ayer, después de escuchar a Bach, me sentía en armonía con el resto de la humanidad. Me entraron ganas de hablar con todos aquellos amigos que no puedo ver y con los que me gustaría poder compartir más ratos. Superé la pereza y la mala gana que me produce el teléfono, y me dediqué a ponerme al día con los abandonados.
A todos aquellos a quienes os llamé y a los que no me dio tiempo a llamar, os dedico ese gran poema que es la Pasión de Bach y este fragmento que ayer fue de lo mejor interpretado por un contratenor y el 1er violín de la ONE.
En este caso se trata de la contralto Marga Höffgen, y el violín de Johannes Brüning, con la Stuttgarter Kammerorchester.
Fabián de Castro († 1949)
Hace 3 días
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