En la página web de la Peña Juan Breva he encontrado un estupendo artículo de uno de mis maestros y ahora amigo, Jesús Asensi Díaz, que saco de la página de la Peña para ofrecéroslo a todos, ya que no puedo poner un enlace directo al sitio en dónde está.
Es un aviso por si la exposición -que yo, tonta de mí, me perdí- llegara a vuestras ciudades. Espero que no caigáis rendidos/as ante este personaje tan entrañable.
En el sitio de dónde he sacado el texto de Jesús, hay un montón de imágenes y fotografías que no os puedo poner yo. Así que visitad la página de la Peña Juan Breva, que también tiene música.
Arte y Provocación: vuelve el malagueño Miguel de Molina.
(por Jesús Asensi Díaz)
La sala madrileña de exposiciones “El Aguila” acoge desde el 24 de marzo hasta el 17 de mayo de 2009, la titulada "Arte y provocación" que se nos presenta como la primera retrospectiva sobre el artista y cancionero malagueño Miguel de Molina. Como se indica en el programa, se nos ofrece, a nivel mundial, el legado de este genio de la canción española que elevó la calidad de la copla a lo más alto creando un estilo innovador y vanguardista.
Causa sorpresa que sea la Comunidad madrileña la que apadrine esta importante exposición junto a la "Fundación Miguel de Molina". Quien le iba a decir al provocador artista, que fue apaleado aquí “por rojo y por marica”, que el Consejero de Cultura expresara en el acto de la inauguración que “era necesario reivindicar la figura de Miguel de Molina porque sufrió como nadie en sus propias carnes la represión de este país, ya no sólo ideológica, sino por ser homosexual”. Pero la exposición está presente y la gente asiste a ella con reverencia, según hemos podido comprobar, escribiendo en el Libro de Visitas textos emotivos y laudatorios hacia el artista.
La exposición –según nos han dicho- viajará a Buenos Aires y, después, que será el año que viene, estará en Almagro, Sevilla y Córdoba. ¿Y a Málaga, la cuna de Miguel de Molina, vendrá o no? Nos da una cierta pena que nuestra ciudad esté tan lejana y ausente de ciertos temas y eventos, como éste, que le son propios. Sabemos que se han hecho gestiones, que por ahora no han dado su fruto, de traer los restos de Miguel de Molina a Málaga. Luego está la Fundación, presidida por su sobrino-nieto Alejandro Salade, que ha recogido su extraordinario legado y que ha establecido su sede en Madrid conteniendo, entre otros muchos objetos y documentos, 400 cartas catalogadas, miles de fotografías, más de 40 blusas y pares de botines, trajes, periódicos, recortes de prensa, carteles etc. Málaga debería estar en contacto con esta Fundación.
Su nacimiento y triste infancia en Málaga
Su biografía malagueña es bien escasa. Miguel Frías Molina nació un 10 de abril de 1908, en Málaga, en el barrio de Capuchinos –Carlos Herrera aventura que nació en la Alameda, “en una casa hermosa y soleada que pronto abandonó para ir a otra más humilde”- en tiempos de necesidad y de miseria. El mismo cuenta en su autobiografía que vino al mundo “en una España en la que reinaba Alfonso XIII y en una Andalucía en la que quienes gobernaban eran la pobreza, el hambre, los terratenientes y la ignorancia”
Su padre zapatero, que al parecer era epiléptico y se pasaba los días postrado en la cama, no atendía la casa. Se esforzaba, para sacar adelante a los seis hijos, su madre, que fregaba suelos. Además estaban sus tías y su abuela. Rodeado de mujeres su infancia fue muy dura luchando contra la escasez y la intolerancia. Los niños del colegio de los Salesianos, donde estaba escolarizado con una beca para pobres, se metían con él por su afeminamiento. Sus padre, que no lo aceptaba, terminó enviándolo a un reformatorio, lo que complicó aun más su infancia. Cuenta –también Herrera que “un día volvió tarde a casa tras haber visto un espectáculo y su padre le propinó la que iba a ser la última bofetada; al día siguiente cogió su hatillo y con 14 años salió de Málaga” para no volver más. Su biografía a partir de ahora es más conocida por las semblanzas que de él escribieron Carlos Herrera, José Blas Vega, su autobiografía "Botín de guerra" y el esperado libro sobre él, con motivo de esta exposición, escrito por expertos y allegados que glosan su figura y su obra.
La exposición.
Pero repasemos su magnífica exposición, que nos da idea del importante legado que ha dejado el artista, cuyo comisario es Manuel de Gotor, diseñador de moda. Lo primero que encontramos es una galería de retratos de muchas personalidades con dedicatorias muy expresivas al artista: Perón y su esposa Eva, Agustín Lara, Maurice Chevalier, Manolete, María Félix, Raquel Meyer, Celia Gámez, Carlos Arniches, Luis Mariano, Jacinto Benavente, Pastora Imperio, etc. Otro gran panel, en forma de collage, nos presenta escenas de su intensa vida social y artística con multitud de personalidades y otros artistas lo que nos demuestra que fue muy querido y admirado.
"Una vida de leyenda" pasa revista a múltiples acontecimientos de su azarosa vida reflejados, incluso, en los periódicos y revistas de la época. Otro panel titulado “El arte de vestirse” pasa revista a su original personalidad en el arte de vestirse para salir al escenario, con unos atuendos exagerados, escandalosos y provocativos para su época. Pantalones muy ajustados, blusas de mangas muy amplias que el mismo diseñaba, con colgantes, pulseras y otros atuendos. Precisamente, causa sensación la espectacularidad de las diez y seis blusas que se exponen y la de los cuarenta pares de botines, a cada cual más original. Además, se exhiben cuatro trajes completos de los que utilizó en sus mejores espectáculos.
Miguel de Molina realizó pequeñas incursiones en el cine de su época. Y así se puede visualizar, en una gran pantalla, imágenes de sus películas ”Luna de sangre”, “Manolo Reyes” y “Esta es mi vida”, además de los carteles de las mismas. Las carátulas de sus discos primeros tienen el encanto de un pasado inencontrable. Y los grandes cartelones de sus comienzos, en el teatro, nos dejan perplejos puesto que Miguel de Molina se inició como bailarín, en unos años decisivos, del 1931 a 1934, en que puede decirse que cristaliza el llamado “ballet español”. Hay un gran cartel del estreno de “El amor brujo” en el Teatro Español, de 1934, por la compañía de Antonia Mercé “La Argentina”, en el que hace el personaje del “Espectro”, compartiendo cartel con Vicente Escudero y Pastora Imperio. En esta misma obra encarnó, en otra ocasión, el papel de Carmelo, junto a Laura de San Telmo y siendo el director de orquesta Manuel de Falla. Otros carteles recogen sus actuaciones en el Liceu de Cataluña, en 1933 y en el Teatro Ruzafa, de Valencia.
En fin, la exposición nos depara otras muchas sorpresas, como un precioso dibujo-poema de Rafael Alberti, dedicado a él. Un libro, de gran tamaño, a modo de álbum, donde él recogía todas las noticias, informaciones, fotos y críticas que publicaba la prensa, constituyendo un documento de gran valor. Un baúl personal, en forma de vestidor o ropero, donde guardaba sus trajes y zapatos cuando viajaba. Por último, un testimonio sobrecogedor, que puede escucharse utilizando unos auriculares, es el relato que le hizo poco antes de morir a Carlos Herrera, del secuestro que protagonizaron tres falangistas, en el Teatro Pavón, de Madrid llevándoselo a un descampado, y la posterior paliza que le dieron, dejándolo medio muerto, después de obligarle a beber ricino y arrancarle los pelos a puñados, por “rojo y por marica”. Fue a raíz de este grave atentado cuando decidió exiliarse de España.
Miguel de Molina y el flamenco
En uno de los paneles hay un texto suyo en el que Miguel de Molina expresa su fervor y su estima por el flamenco. Y dice que lo que él canta no es flamenco, ni pretende serlo, aunque reconoce el aflamencamiento de algunas de sus coplas. Merece la pena recordar –según lo hace Manuel Francisco Reina- que teniendo 19 años y estando en Algeciras trabajando en un burdel le invitaron a asistir en Granada al célebre Concurso de Cante Jondo del año 1922, donde un niño llamado Manolo Caracol obtuvo un premio y muchos años después, le disputaría a Miguel de Molina, grandes éxitos en sus espectáculos de copla. Aquel viaje sería una revelación para Miguel y para decidir lo que quería ser. Admira a Lorca a llegaría a conocer personalmente. Y descubre el género musical de la copla que arrasaba en aquel momento y era "la banda musical de los españoles desde mediados de los años veinte”. Estaba decidido a cantar y bailar.
Cuando llegó a Madrid, frecuentaba la zona de la plaza de Santa Ana donde había varios colmaos, después tablaos andaluces, en los que se cantaba y bailaba. El mismo nos cuenta que “en Madrid fui aprendiendo de los maestros del cante y del baile en el mítico Villa Rosa”, donde trabajó como camarero y frecuentó sus célebres juergas flamencas. Hay una foto, de 1930, citada por Blas Vega, en las que aparece con Rita y José Ortega, Pepe de Badajoz, Niño Pérez, Antonio Valdepeñas y otros.
Aquellas juergas íntimas fueron la escuela de aprendizaje, donde Miguel empezó a manifestarse con canciones y pasos de baile. Cuando estuvo maduro empezó bailando y llegó a formar cartel con la bailarina Soledad Miralles, en el Teatro Romea. En 1933, ya hace un papel bailando en “El amor brujo” donde alterna con los bailaores Vicente Escudero, Pastora Imperio y Antonia Mercé. También actuó, en 1934, como bailaor junto a Pilar Calvo y el guitarrista Luís Maravilla en salas de fiesta y teatros.
Pero poco a poco se fue pasando a la copla. En 1935 actúa en el cabaret Barbieri como “renombrado cantante y bailarín”, comenzando giras y triunfos por todos los cabarets y teatros de España. Como bien explica Blas Vega, hasta entonces en esos lugares sólo cantaban mujeres. De hombres sólo lo hacían los cantaores flamencos. El cancionero español todavía no existía y esa forma de cantar la impuso, con su arte personal, Miguel de Molina. Durante los años de la Guerra Civil actuó mucho en la zona republicana donde los milicianos lo adoraban.
Su recuerdo en estos últimos años.
Ya exiliado y mayor, su recuerdo siempre estuvo presente en la radio española donde sus canciones solían escucharse. En la recuperación actual de la canción española- en sus comienzos y, sobre todo, en la época republicana se le llamó copla- su figura y su voz se ha recordado cada vez más. En 1985, TVE le dedicó un programa especial en “Tatuaje”. Carlos Herrera viajó a Buenos Aires, en 1990, y logró de él -a pesar de su reticencia a ser entrevistado-, un programa extraordinario donde el artista se confesó y cantó por última vez. Fue en el espacio “La copla”, de Canal Sur de Andalucía que nos ha quedado como todo un clásico. Sus discos no han parado de reeditarse en todos los formatos y de escucharse con fervor. El director de cine Jaime Chavarri se inspiró en su vida para hacer la película en 1989, de gran éxito, "Las cosas del querer", que protagonizaron Ángela Molina y Manuel Bandera
Poco antes de morir en 1993, con ochenta y cinco años, fue condecorado por el Gobierno de Felipe González que le impuso la Cruz de Isabel la Católica en la embajada española de Buenos Aires. Le falló el corazón un 4 de marzo de 1993 en su casa- museo de la capital porteña, en la calle Echevarría. Descansa, con el beneplácito de su familia, su sobrina Josefina Balande y su sobrino nieto, Alejandro Salade, en su querido Buenos Aires que le acogió en su exilio con cariño, le arropó con fervor y le admiró con entusiasmo. El Panteón de Actores del cementerio de La Chacarita, en Buenos Aires, acoge sus restos mortales como los de Gardel y otros artistas.
Jesús Asensi Díaz)
(Extraído de la página web www.juanbreva.com, octubre 2009)
Arte y Provocación: vuelve el malagueño Miguel de Molina.
(por Jesús Asensi Díaz)
La sala madrileña de exposiciones “El Aguila” acoge desde el 24 de marzo hasta el 17 de mayo de 2009, la titulada "Arte y provocación" que se nos presenta como la primera retrospectiva sobre el artista y cancionero malagueño Miguel de Molina. Como se indica en el programa, se nos ofrece, a nivel mundial, el legado de este genio de la canción española que elevó la calidad de la copla a lo más alto creando un estilo innovador y vanguardista.
Causa sorpresa que sea la Comunidad madrileña la que apadrine esta importante exposición junto a la "Fundación Miguel de Molina". Quien le iba a decir al provocador artista, que fue apaleado aquí “por rojo y por marica”, que el Consejero de Cultura expresara en el acto de la inauguración que “era necesario reivindicar la figura de Miguel de Molina porque sufrió como nadie en sus propias carnes la represión de este país, ya no sólo ideológica, sino por ser homosexual”. Pero la exposición está presente y la gente asiste a ella con reverencia, según hemos podido comprobar, escribiendo en el Libro de Visitas textos emotivos y laudatorios hacia el artista.
La exposición –según nos han dicho- viajará a Buenos Aires y, después, que será el año que viene, estará en Almagro, Sevilla y Córdoba. ¿Y a Málaga, la cuna de Miguel de Molina, vendrá o no? Nos da una cierta pena que nuestra ciudad esté tan lejana y ausente de ciertos temas y eventos, como éste, que le son propios. Sabemos que se han hecho gestiones, que por ahora no han dado su fruto, de traer los restos de Miguel de Molina a Málaga. Luego está la Fundación, presidida por su sobrino-nieto Alejandro Salade, que ha recogido su extraordinario legado y que ha establecido su sede en Madrid conteniendo, entre otros muchos objetos y documentos, 400 cartas catalogadas, miles de fotografías, más de 40 blusas y pares de botines, trajes, periódicos, recortes de prensa, carteles etc. Málaga debería estar en contacto con esta Fundación.
Su nacimiento y triste infancia en Málaga
Su biografía malagueña es bien escasa. Miguel Frías Molina nació un 10 de abril de 1908, en Málaga, en el barrio de Capuchinos –Carlos Herrera aventura que nació en la Alameda, “en una casa hermosa y soleada que pronto abandonó para ir a otra más humilde”- en tiempos de necesidad y de miseria. El mismo cuenta en su autobiografía que vino al mundo “en una España en la que reinaba Alfonso XIII y en una Andalucía en la que quienes gobernaban eran la pobreza, el hambre, los terratenientes y la ignorancia”
Su padre zapatero, que al parecer era epiléptico y se pasaba los días postrado en la cama, no atendía la casa. Se esforzaba, para sacar adelante a los seis hijos, su madre, que fregaba suelos. Además estaban sus tías y su abuela. Rodeado de mujeres su infancia fue muy dura luchando contra la escasez y la intolerancia. Los niños del colegio de los Salesianos, donde estaba escolarizado con una beca para pobres, se metían con él por su afeminamiento. Sus padre, que no lo aceptaba, terminó enviándolo a un reformatorio, lo que complicó aun más su infancia. Cuenta –también Herrera que “un día volvió tarde a casa tras haber visto un espectáculo y su padre le propinó la que iba a ser la última bofetada; al día siguiente cogió su hatillo y con 14 años salió de Málaga” para no volver más. Su biografía a partir de ahora es más conocida por las semblanzas que de él escribieron Carlos Herrera, José Blas Vega, su autobiografía "Botín de guerra" y el esperado libro sobre él, con motivo de esta exposición, escrito por expertos y allegados que glosan su figura y su obra.
La exposición.
Pero repasemos su magnífica exposición, que nos da idea del importante legado que ha dejado el artista, cuyo comisario es Manuel de Gotor, diseñador de moda. Lo primero que encontramos es una galería de retratos de muchas personalidades con dedicatorias muy expresivas al artista: Perón y su esposa Eva, Agustín Lara, Maurice Chevalier, Manolete, María Félix, Raquel Meyer, Celia Gámez, Carlos Arniches, Luis Mariano, Jacinto Benavente, Pastora Imperio, etc. Otro gran panel, en forma de collage, nos presenta escenas de su intensa vida social y artística con multitud de personalidades y otros artistas lo que nos demuestra que fue muy querido y admirado.
"Una vida de leyenda" pasa revista a múltiples acontecimientos de su azarosa vida reflejados, incluso, en los periódicos y revistas de la época. Otro panel titulado “El arte de vestirse” pasa revista a su original personalidad en el arte de vestirse para salir al escenario, con unos atuendos exagerados, escandalosos y provocativos para su época. Pantalones muy ajustados, blusas de mangas muy amplias que el mismo diseñaba, con colgantes, pulseras y otros atuendos. Precisamente, causa sensación la espectacularidad de las diez y seis blusas que se exponen y la de los cuarenta pares de botines, a cada cual más original. Además, se exhiben cuatro trajes completos de los que utilizó en sus mejores espectáculos.
Miguel de Molina realizó pequeñas incursiones en el cine de su época. Y así se puede visualizar, en una gran pantalla, imágenes de sus películas ”Luna de sangre”, “Manolo Reyes” y “Esta es mi vida”, además de los carteles de las mismas. Las carátulas de sus discos primeros tienen el encanto de un pasado inencontrable. Y los grandes cartelones de sus comienzos, en el teatro, nos dejan perplejos puesto que Miguel de Molina se inició como bailarín, en unos años decisivos, del 1931 a 1934, en que puede decirse que cristaliza el llamado “ballet español”. Hay un gran cartel del estreno de “El amor brujo” en el Teatro Español, de 1934, por la compañía de Antonia Mercé “La Argentina”, en el que hace el personaje del “Espectro”, compartiendo cartel con Vicente Escudero y Pastora Imperio. En esta misma obra encarnó, en otra ocasión, el papel de Carmelo, junto a Laura de San Telmo y siendo el director de orquesta Manuel de Falla. Otros carteles recogen sus actuaciones en el Liceu de Cataluña, en 1933 y en el Teatro Ruzafa, de Valencia.
En fin, la exposición nos depara otras muchas sorpresas, como un precioso dibujo-poema de Rafael Alberti, dedicado a él. Un libro, de gran tamaño, a modo de álbum, donde él recogía todas las noticias, informaciones, fotos y críticas que publicaba la prensa, constituyendo un documento de gran valor. Un baúl personal, en forma de vestidor o ropero, donde guardaba sus trajes y zapatos cuando viajaba. Por último, un testimonio sobrecogedor, que puede escucharse utilizando unos auriculares, es el relato que le hizo poco antes de morir a Carlos Herrera, del secuestro que protagonizaron tres falangistas, en el Teatro Pavón, de Madrid llevándoselo a un descampado, y la posterior paliza que le dieron, dejándolo medio muerto, después de obligarle a beber ricino y arrancarle los pelos a puñados, por “rojo y por marica”. Fue a raíz de este grave atentado cuando decidió exiliarse de España.
Miguel de Molina y el flamenco
En uno de los paneles hay un texto suyo en el que Miguel de Molina expresa su fervor y su estima por el flamenco. Y dice que lo que él canta no es flamenco, ni pretende serlo, aunque reconoce el aflamencamiento de algunas de sus coplas. Merece la pena recordar –según lo hace Manuel Francisco Reina- que teniendo 19 años y estando en Algeciras trabajando en un burdel le invitaron a asistir en Granada al célebre Concurso de Cante Jondo del año 1922, donde un niño llamado Manolo Caracol obtuvo un premio y muchos años después, le disputaría a Miguel de Molina, grandes éxitos en sus espectáculos de copla. Aquel viaje sería una revelación para Miguel y para decidir lo que quería ser. Admira a Lorca a llegaría a conocer personalmente. Y descubre el género musical de la copla que arrasaba en aquel momento y era "la banda musical de los españoles desde mediados de los años veinte”. Estaba decidido a cantar y bailar.
Cuando llegó a Madrid, frecuentaba la zona de la plaza de Santa Ana donde había varios colmaos, después tablaos andaluces, en los que se cantaba y bailaba. El mismo nos cuenta que “en Madrid fui aprendiendo de los maestros del cante y del baile en el mítico Villa Rosa”, donde trabajó como camarero y frecuentó sus célebres juergas flamencas. Hay una foto, de 1930, citada por Blas Vega, en las que aparece con Rita y José Ortega, Pepe de Badajoz, Niño Pérez, Antonio Valdepeñas y otros.
Aquellas juergas íntimas fueron la escuela de aprendizaje, donde Miguel empezó a manifestarse con canciones y pasos de baile. Cuando estuvo maduro empezó bailando y llegó a formar cartel con la bailarina Soledad Miralles, en el Teatro Romea. En 1933, ya hace un papel bailando en “El amor brujo” donde alterna con los bailaores Vicente Escudero, Pastora Imperio y Antonia Mercé. También actuó, en 1934, como bailaor junto a Pilar Calvo y el guitarrista Luís Maravilla en salas de fiesta y teatros.
Pero poco a poco se fue pasando a la copla. En 1935 actúa en el cabaret Barbieri como “renombrado cantante y bailarín”, comenzando giras y triunfos por todos los cabarets y teatros de España. Como bien explica Blas Vega, hasta entonces en esos lugares sólo cantaban mujeres. De hombres sólo lo hacían los cantaores flamencos. El cancionero español todavía no existía y esa forma de cantar la impuso, con su arte personal, Miguel de Molina. Durante los años de la Guerra Civil actuó mucho en la zona republicana donde los milicianos lo adoraban.
Su recuerdo en estos últimos años.
Ya exiliado y mayor, su recuerdo siempre estuvo presente en la radio española donde sus canciones solían escucharse. En la recuperación actual de la canción española- en sus comienzos y, sobre todo, en la época republicana se le llamó copla- su figura y su voz se ha recordado cada vez más. En 1985, TVE le dedicó un programa especial en “Tatuaje”. Carlos Herrera viajó a Buenos Aires, en 1990, y logró de él -a pesar de su reticencia a ser entrevistado-, un programa extraordinario donde el artista se confesó y cantó por última vez. Fue en el espacio “La copla”, de Canal Sur de Andalucía que nos ha quedado como todo un clásico. Sus discos no han parado de reeditarse en todos los formatos y de escucharse con fervor. El director de cine Jaime Chavarri se inspiró en su vida para hacer la película en 1989, de gran éxito, "Las cosas del querer", que protagonizaron Ángela Molina y Manuel Bandera
Poco antes de morir en 1993, con ochenta y cinco años, fue condecorado por el Gobierno de Felipe González que le impuso la Cruz de Isabel la Católica en la embajada española de Buenos Aires. Le falló el corazón un 4 de marzo de 1993 en su casa- museo de la capital porteña, en la calle Echevarría. Descansa, con el beneplácito de su familia, su sobrina Josefina Balande y su sobrino nieto, Alejandro Salade, en su querido Buenos Aires que le acogió en su exilio con cariño, le arropó con fervor y le admiró con entusiasmo. El Panteón de Actores del cementerio de La Chacarita, en Buenos Aires, acoge sus restos mortales como los de Gardel y otros artistas.
Jesús Asensi Díaz)
(Extraído de la página web www.juanbreva.com, octubre 2009)
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