martes, 29 de septiembre de 2009

Despedida de la UNIA con un personaje inmenso

La IV edición del Curso de la UNIA, Los Flamencos hablan de sí mismos, finalizó con un personaje inmenso, que no cabe en las enciclopedias del Flamenco: Manuel Molina.

En esta quinta sesión del curso, se nos cayó otra bailaora, Manuela Carrasco, por razones disculpables y bien distintas a las de Sara Baras; se nos ha prometido convocarla al año que viene.

El cambio supuso elevar el listón aún un punto más, en la calidad de este curso del 2009. No va a ser fácil encontrar palabras para hablar de este inmenso personaje, al que, de momento, cada vez que habla, despliega tan buen humor y tanta comprensión, que le apetece a una abrazarlo y no soltarlo en un buen rato; seguro que además se dejaba gustoso.

Manuel siente e incorpora, a su discurso, todo lo vivido y a todos los que han pasado y formado parte de su vida, con tantísimo cariño, que su forma de apreciar y querer a todo y todo el mundo, hace que te pongas de su parte inmediatamente, y te dejarías llevar a cualquier sitio y a cualquier conclusión.

Nacido en Ceuta en 1948, de padres del Campo de Gribraltar -La Línea y Algeciras- es trianero por crianza y querencia, y nadie se lo va a discutir, pero gaditano por temple y talante -lo digo yo, no lo dijo él.

Recorrimos todas sus andanzas guitarreras, y sus entradas y salidas de grupos profesionales, experimentales y emocionales. Cantar, canta muy malamente, aunque mejor que Fernando Quiñones, pero igualmente llena el local de arte y salero.

Como Manuel Morao, ha sufrido discriminación, aunque más bien por su aspecto; él lo toma con mucho humor y bastante retranca, que debe haber heredado de sus padres gaditanos. Dos artistas gitanos y flamencos -Manuel Morao y Manuel Molina- tan lejos como Jerez de Cádiz.

El periodista Antonio Ortega preparó una presentación cuidadísima y amena; además se nota que conoce muy bien al personaje, y el personaje al periodista, pues nos mostró una colección muy divertida de fotografías del artista desde sus primeros años, que no está al alcance de cualquiera. También resultó ser el más pedagógico, obligando a cada uno de los alumnos a formular una pregunta, al final de la entrevista; así que, ni tímidos, ni extranjeros de salvaron de rebuscar alguna curiosidad sobre el personaje.

Magnífico colofón de un curso de calidad difícilmente superable.

Adiós Sevilla, adiós Cartuja, adiós Triana querida. Hasta el año que viene... que toca Bienal.

1 comentario:

Otoski dijo...

!si en lugar de la carpetovetónica penísula ibérica del régimen juancarlista estuviéramos en otro sitio menos ingrato para con sus grandes figuras, Manuel Molina tendría el reconocimiento que tienen BB King o Paul Mccartney
en sus respectivos países!

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