Cuando me enganché al cante flamenco, uno de los ciclos que más me gustó -aunque lamentablemente no prosperara- fueron Los Lunes Flamencos del Teatro Arlequín.
Me gustó todo: los artistas, el teatro, el horario y el público.
Fue la primera vez que escuché en Madrid al Capullo de Jerez y a Diego Clavel, y la primera y última vez que escuché a Chaquetón.
El teatro es pequeño y muy céntrico, con lo que el público estaba muy cerca de los intérpretes, de tal forma que permitía intercambio e interacción entre cantaores y espectadores -sobre todo espectadoras que son siempre las más atrevidas en los teatros.
Había dos partes: una primera de baile y una segunda de cante flamenco bueno, y se hacían dos pases: uno antes de la cena y otro después, con lo que los artistas aprovechaban la estancia y los espectadores que tenemos que madrugar podíamos escuchar flamenco sin trasnochar en exceso.
Aunque orientado a los turistas que circulan y se alojan cerca de la Gran Vía madrileña, el público fue abrumadoramente local y agradecido; pero no sé muy bien por qué, la cosa no prosperó y me quedé con la miel en los labios y sin conocer a aquellos artistas tan especiales que programaba José María Velázquez-Gaztelu, y que nadie más se atrevía a traernos en otras programaciones.
Os dejo con lo que escribió Alfredo Grimaldos para la ocasión: Nuevo espacio para el flamenco.
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