sábado, 21 de febrero de 2009

Desconcierto flamenco, ocupas y cansancio madrileño

Hoy me he levantado cansada y desconcertada.

Desconcertada, por la sensación de descontrol y desorden en la programación flamenca en Madrid, que es lo que yo conozco un poco. Desanimada y cansada por el traslado de nuestro Festival flamenco, el de más solera, el Festival de CajaMadrid, del Teatro Albéniz, que van a derribar, por los nuevos teatros postmodernos de nuestra Espe.


Ayer viernes había en Madrid dos actividades flamencas que me tentaban, pero la sensación no era de fortuna para Madrid, por tener esta agenda tan variopinta, sino de carrera alocada por meter flamenco a machamartillo en una ciudad que tiene su público flamenco, pero no tan numeroso como para no sentirse abrumado.

José María Velázquez charlaba con Ángel Álvarez Caballero en la Casa Encendida. Muy interesante "vis a vis" entre dos veteranos; y luego la actuación de una cantaora nueva, buena y muy gaditana: Encarna Anillo. Sin embargo decidí irme al Auditorio Nacional de Música a escuchar a Dorantes y a ver a Pastora Galván, que me interesan bastante menos, porque las actividades en la Casa Encendida, al ser gratuitas, obligan a un maratón de colas y esperas para hacerse con una invitación: hay que echar la tarde entera, y yo ya no estoy para esos trotes.

Tenía además curiosidad morbosa por conocer ese nuevo ciclo y desembarco de la Junta de Andalucía en el Auditorio: Andalucía Flamenca, y ver con mis propios ojos como entraba el baile flamenco en la Sala de Cámara.

Como me temía, me aburrí un poco -bueno, bastante- porque no me gusta el piano flamenco que deriva constantemente hacia el jazz. Fue un concierto eléctrico, con bajo eléctrico, sección de percusión y amplificación completas. Yo, en realidad, quería ver a Pastora Galván que me parece una gran bailaora, y bailó muy bien..., pero no precisamente flamenco. Pastora hizo dos números, vestida totalmente de negro y luego, completamente de blanco, al estilo audaz y abstracto de su hermano: un baile valiente, pero cubista y abstracto que me deja pasmada pero no me conmueve en absoluto.

Lo que sí me conmovió fue el cantaor jovencito que llevaba Dorantes, Juan San Juan, no porque fuera muy flamenco, que todavía no lo es, sino porque con una voz preciosa, precisa y muy segura de si misma, hizo voces portentosas -sin letra- para acompañar un número, cantó soleares muy dignas y sobretodo bordó la canción, que ya cantara el padre de Dorantes, Pedro Peña y luego Esperanza Fernández, "Dí, dí, Ana", una canción-romance de Arcos de la Frontera que me pone el vello de punta en todas las voces. Pues bien, ayer noche, Juan San Juan hizo la mejor interpretación que he escuchado en mi vida.

Sólo por esa canción me compensó estar en el Auditorio en vez de acompañar a un amigo a ver como una jueza, reunida con los ocupas de un famoso edificio de Madrid, defendían el uso social de la propiedad en un acto público.

¡Ole para Juan San Juan, y dos oles para la jueza!

P.S. La presentación del libro de Ortíz Nuevo en El Juglar se ha suspendido -posiblemente por exceso de actividades flamencas en Madrid- y se mantiene la actuación de José Méndez. Espero que el "duende" ronde la sala El Juglar ese lunes, ya que no quiso hacer acto de presencia en el Auditorio.

1 comentario:

Otoski dijo...

Lo de la jueza es lo que llamaban los teóricos del derecho en los setenta-ochenta los "usos alternativos del derecho", y en cuya corriente crítica militaban en su día actuales valedores del descaminado opusino en zaragoza, o nuevos protagonistas de la "escopeta nacional II".

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