Juanjo Gil - Ángel Lacalle - Manolo Rodríguez
Ayer nos volvimos a juntar en el Colegio Mayor Isabel de España flamencos y amigos de Ángel Lacalle, fallecido hace muy poco tiempo.
Era un momento temido por La Porverita: el del reencuentro con el Festival Flamenco que Ángel dirigía, pero sin "ángel". El recuentro con la amiga y viuda del amigo: Ángeles; y con todos aquellos buenos amigos que siempre escoltaban a la pareja y que acudían solícitos a las convocatorias de nuestro activista flamenco y artístico.
Como un padre previsor y solícito, antes de marcharse, nos dejó la "comida" preparada y caliente en el horno: la programación flamenca, siempre tan sorpresiva, especial y excelente, del Festival Flamenco Tío Luis el de la Julina, en el Colegio Mayor Isabel de España.
Ya hablaré en otro momento de las actuaciones flamencas que haya visto.
Hoy quiero hablar del emocionante acto de ayer tarde, en el que todo el mundo que conocía y trató a Ángel Lacalle lo recordó, lo aplaudió y lo extrañó muchísimo. Las sentidas palabras de su amigo y escudero en estas lides flamencas: Juanjo Gil; las de la autoridad flamenca que le pasó el testigo de este veterano festival universitario, Manolo Ríos Ruiz y las siempre entrañables y generosas palabra de María Luisa, la que fuera durante muchos años directora del Colegio y valedora del Festival Flamenco y de la gestión de Ángel.
Todos queríamos consolar a la viuda, pero nuestros esfuerzos resultan todavía vanos. Fue tremendo ver a todos los hombretones que compartían afición y amistad con su marido, con los ojos a punto de reventar en lágrimas, o escuchar cómo se le quebraba la voz al hijo de Ángel, cuando recogió y agradeció la placa y el recordatorio que el Colegio le tributaba a su padre.
Va a ser inevitable que cada vez que acudamos a este festival o a las Jornadas de la Fortuna nos acordemos del amigo, y volvamos a sentir el golpe de su pérdida.
Yo personalmente me acordaré de él cada vez que vea una fotografía flamenca antigua, artística o de autor, o... un precioso grabado de una mujer sujetando una guitarra.
Porque amigo mío: ¡habrás dejado profunda huella!
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