Para tranquilizar a mis amables lectores, diré que la Porverita está mucho más recuperada y hoy ha tenido un día casi normal y francamente bueno en la UNIA con el recorrido que Rafael Cremades -apasionado, como pocos, con el baile sevillano y el tablao Los Gallos- ha hecho de la trayectoria bailaora y profesional de Pepa Montes, con la colaboración decisiva y elocuente de la propia artista.
He disfrutado por hoy, y por lo que no pude disfrutar ayer -con Manuel Curao y Enrique Morente-, debido a la congestión, dolor de garganta, cabeza pesada, moqueo y nauseas que me ocasionó el aire acondicionado de teatro de la Maestranza.
La verdad es que Pepa y Rafael destilaban pasión por todos sus poros y nos han contagiado su entusiasmo a todos los presentes. Con la elocuencia que le otorga una vida destinada para el baile y que ha sabido llevar adelante con dedicación e inteligencia, Pepa nos ha hecho pasar un rato muy bueno y muy bien ilustrado por el periodista, con fragmentos grabados de algunos momentos de su carrera: tanguillos con un Chano Lobato pletórico, soleares, cantiñas y mirabrás... y unos fantásticos tangos extremeños.
Nunca he visto bailar unos tangos con tanta elegancia y tal diversidad de pasos o mudanzas -¡y mira qué es difícil que los tangos den tanto de sí!- y conservando la alegría contagiosa de este baile fiestero y de celebración; el único que para mí admite el baile de pareja.
Me ha sorprendido que Rafael empezara monstrándonos esos tangos portentosos, porque después de abandonar mi querida Málaga y sus pandas de verdiales para revisitar amigas y bienales flamencas, lo único que del flamenco me acelera un poco el pulso -como aquellas músicas y bailes malagueños- han sido momentos concretos de los espectáculos que he visto o del cante escuchado: los tangos jaleados para Rocío Molina, los tangos de San Juan de la Cruz de Enrique Morente en la UNIA, o los tangos a dúo del bailaor Andrés Marín y su invitada, Concha Vargas.
He podido constatar -tras la entrevista y la contemplación de las grabaciones- la enorme bailaora que me he perdido en otras bienales sevillanas. Me daba coraje no haberla visto nunca en directo, ni en Sevilla, ni en Madrid, cuando he sufrido tanto baile mediocre en la misma Sevilla y en Jerez, durante años.
Creo que hasta que no se me pase la fiebre verdialera -¡bendita enfermedad!- sólo voy a buscar en las carteleras flamencas a dos personas: el baile sevillano, elegante y sin igual de la Pepa Montes, y el cante malagueño o perote, elegante y sin igual de la Antonia Contreras.
¿Dónde, pues, están los flamencos de la Porverita? ¿En Almáchar?
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No he encontrado en YouTube los tangos de Pepa Montes que me tienen hechizada, así que os pongo los tanguillos que le cantara el añorado Chano Lobato, y que fueron tan improvisados como el matojo de hierbas con el que se adornó el cabello.
¡Ahí se ve la maestría de un baile que no ha sido coreografíado de antemano!
martes, 21 de septiembre de 2010
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3 comentarios:
Ando muy liado con asuntos caseros y, con un poco de retraso he visto y leído tu entrada. Me has tocado en la fibra más sensible de mis sentimientos flamencos. Pepa Montes es, para mí, una de las más grandes y a la que no se le ha dado la importancia que merece. Por eso, y con prisas y premura, os he dedicado ( a ti y a Pepa) un pequeño homenaje.
Date una vuelta por casa.
Da gusto ver esos tanguillos: ahí sí, ahí sí hay flamenco, naturalidad prodigiosa sólo cuando se sabe mucho y con ganas de vaciarlo. Pepa Montes genial. Y por ahí veo a su marido, Ricardo Miño, otro genio escondido. Y el Riqueni que entonces deslumbraba.
Besos, mi niña de bata de cola. Avisa cuando vengas.
Pues... ya somos tres los deslumbrados.
Esto tienen los cursos de los "Flamencos hablan de sí mismos": que bajan de su pedestal a algunos consagrados y subes en el aprecio a artistas injustamente ignorados.
Gracias, maestro, por estos destellos de entusiasmo que yo ya encuentro tan difíciles de encontrar en el flamenco.
Niño del Oro: tengo tu liquido elemento comprado en el mercado de la Calle Feria del barrio más castizo de Sevilla: La Macarena.
Este fin de semana regreso a casa: al gris castellano lejos de los azules brillantes de Andalucía y encarar el curso del invierno.
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